viernes, 29 de octubre de 2010

JESÚS I LA POLÍTICA: DOS VISIONS BEN DIFERENTS

*AMPLIACIÓ*

Dos visions ben diferents sobre Jesús:

No va fer mai política com diu un membre de les esglésies de Crist o sí en va fer, com assegura Leonardo Boff, un dels màxims representants de la Teologia de l'Alliberament?

Compara el que diuen un i l'altre. I tu què hi dius?


visió 1

¿Fue Político, Jesucristo?

David Vaughn Elliott , membre de La Iglesia de Cristo a Parkville, EE.UU.

En los días de Jesucristo, los judíos se encontraban bajo la dictadura del Imperio Romano. Con la pregunta: "¿Es lícito dar tributo a César, o no?", los judíos intentaron atrapar a Jesús en la explosiva lucha política. Jesús les contestó: "Dad, pues, a César lo que es de César, y a Dios lo que es de Dios" (Mateo 22:17-21). Así enseñó Cristo el respeto a las autoridades terrenales y la obligación de pagarles los impuestos que imponen.

Cristo habló muy duro en contra de los ricos. Dijo: "difícilmente entrará un rico en el reino de los cielos" (Mateo 19:23). Sin embargo, nunca habló de reorganizar la sociedad para eliminar la pobreza. Jesús jamás incitó al pueblo a organizarse en contra de la injusticia, sino exhortó: "No os preocupéis por lo que habéis de comer... vuestro Padre sabe que tenéis necesidad..." (Lucas 12:29,30).

Algunas personas consideran a Jesús como el primer comunista porque enseñó la comunión. Sí, enseñó la comunión, pero en el sentido de amar al prójimo y ayudar al necesitado. Esto nada tiene que ver con ciertas teorías económicas como el comunismo, el socialismo o el capitalismo. Cristo no se hizo partidario de ningún sistema económico.

Jamás se unió Cristo a la lucha de las clases. Zaqueo, un rico cobrador de impuestos, al escuchar el mensaje de Cristo, declaró: "La mitad de mis bienes doy a los pobres". Jesús le contestó: "Hoy ha venido la salvación a esta casa" (Lucas 19:8,9). Cristo jamás luchó para cambiar las leyes civiles. Al contrario, luchó para cambiar los corazones. Enseñó mucho sobre el deber de ayudar a los pobres, no por la fuerza, ni por el cambio del sistema político-económico, sino por medio de la buena voluntad.

Cristo rehusó entrar en la lucha por los "derechos humanos". Todo su interés lo puso en los deberes humanos. Cuando un hombre le suplicó: "Dí a mi hermano que parta conmigo la herencia", Jesús le contestó: "¿Quién me ha puesto sobre vosotros como juez o partidor?" Y les dijo: "Mirad, y guardaos de toda avaricia" (Lucas 12:13-15). Aquel hombre buscaba justicia social. ¡Cristo le exhortó contra la avaricia del corazón!

Una vez pretendieron las multitudes apoderarse de Jesús para hacerle rey. Pero Cristo rotundamente rehusó aceptar este poder político. Al día siguiente Jesús condenó a todos los materialistas, llámense comunistas, socialistas, o capitalistas, sean ricos o pobres. Dijo: "Trabajad, no por la comida que perece, sino por la comida que a vida eterna permanece" (Juan 6:15, 27). Más tarde explicó: "Mi reino no es de este mundo" (Juan 18:36).

El reino de Cristo no es político; es espiritual, es del corazón. Cristo no vino para reformar a los gobiernos del mundo. Al contrario, Cristo vino para cambiar a los hombres individualmente. "Vino a buscar y a salvar lo que se había perdido" (Lucas 19:10). Vino a prepararnos para la muerte y el encuentro con nuestro Dios.

VISIÓ 2

"JESÚS FUE TAMBIÉN UN PRISIONERO POLÍTICO"

Entrevista d’Alexis Oliva a Leonardo Boff, fundador de la teologia de l’Alliberament.

Filósofo religioso y ecologista, el brasileño Leonardo Boff recibió el martes 10 de agosto el título de Visitante Distinguido en la Universidad Nacional de Córdoba, donde brindó la charla Grito de la tierra, grito de los pobres. Y se quedó en la ciudad para presenciar algo que “jamás imaginaba” que llegaría a ocurrir: el fundador de la vertiente cristiana progresista conocida como Teología de la Liberación asistió, al día siguiente, a una audiencia del juicio.
Durante un cuarto intermedio, Boff dialogó con Será Justicia sobre la dimensión teológica de la militancia revolucionaria latinoamericana y la represión que se abatió contra ella. Colgados de su cuello llevaba los re
tratos de dos casos ejemplares, víctimas de los fusilamientos de la UP1.

¿Qué reflexión hace de un juicio como este desde su concepto de justicia?

Leonardo Boff: Participo en este juicio por solidaridad, porque amigos míos como Marta (González de Baronetto) y Miguel Ángel (Mozé) fueron asesinados, fusilados. En general, pienso que hay un derecho de una nación a conocer la verdad e imputar a los que han cometido crímenes gravísimos contra la humanidad en nombre del terror de Estado. No era terror de bandas o de grupos militares; el Estado se comportó y se impuso como un Estado terrorista. Yo quise ver los rostros de esos criminales porque jamás imaginé que iban a estar donde están. Es un juicio de esta nación, pero un juicio de la concienc
ia de la humanidad. Son criminosos contra la humanidad y tienen que ser juzgados como tales. Y su memoria, guardada de tal manera que nunca más ocurra. Es importante porque se trata de salvaguardar la dignidad mínima de una nación, vinculada a derechos básicos que todos deben tener y gozar.

Estos nombres, Marta y Miguel Ángel, indican que las víctimas en parte fueron elegidas entre la militancia cristiana revolucionar
ia y cercana a los pobres. Esta causa también es emblemática en ese sentido…

LB: Muchos cristianos se han comprometido por los derechos humanos, como (Adolfo) Pérez Esquivel, que es el más simbólico. Pero muchos obispos se olvidan que somos herederos de un prisionero político, que fue aprisionado, torturado y crucificado: Jesús de Nazaret. Cuando uno escucha algunas homilías de autoridades eclesiásticas, pareciera que Jesús muriera de viejo en la cama, cercado de discípulos, pero nunca en la cruz. Pero él fue un liberador, tomó parte por los pobres, defendió el derecho de los marginados de la sociedad, predicó un amor incondicional y justicia para todos, y por eso murió. No murió porque todos mueren, murió porque lo mataron.


En este juicio conviven las dos iglesias: los fusilados, que eran parte de esa iglesia cercana a los pobres, y las autoridades cómplices de la represión.

LB: Creo que hay que partir de que la Iglesia como institución es un poder. Un poder autoritario, centralizado, monárquico… Y los poderes que tiene esa estructura son connaturales a otros poderes, también autoritarios. Por eso esa iglesia conservadora se acercó mucho a (el chileno Augusto) Pinochet, (el portugués Antonio de Oliveira) Salazar, (el español Francisco) Franco, (el italiano Benito) Mussolini y otros grandes dictadores, porque tiene la misma estructura funcional. En Argentina, muchos curas militares fueron cómplices defendiendo una teología de la tortura, diciendo que al anticristo hay que perseguirlo y matarlo. Traicionaron la herencia de Jesús en nombre del Evangelio.

¿Cómo refutar desde la filosofía cristiana esa idea que suelen transmitir los jerarcas de la Iglesia, de reconciliarnos en este mundo y que en todo caso la justicia la hará Dios?

LB: Es un grave error teológico. No se puede pedir reconciliación por encima de los crímenes y la justicia. Eso ofende la memoria de las víctimas. Ellos piensan en función de su situación, pero no piensan desde las víctimas. La Iglesia debería ser portavoz de las víctimas. Así, quieren olvidarlas y esa es una irresponsabilidad. Un obispo es mal pastor cuando pide eso.

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